Se define Inmovilidad como: “Disminución de la capacidad para desempeñar
actividades de la vida diaria por deterioro de las funciones motoras” (1).
Se le considera como el Síndrome Geriátrico que más influye en la pérdida de
autonomía e independencia en el anciano.
La inmovilidad conlleva en última
instancia el encamamiento. Este
futuro encamamiento desencadenará una serie de complicaciones que pueden
imposibilitar la deambulación de nuevo del anciano.
La inmovilidad afecta a casi
todos los sistemas orgánicos del anciano, disminuyendo su calidad y esperanza
de vida. Podemos encontrar que las complicaciones que más riesgos tienen son
las cardio-vasculares, respiratorias y músculo-esqueléticas (1). Estas
complicaciones son tan importantes que la mayor parte de la actuación contra la
inmovilidad se centra en la prevención.
La prevención más destacada de la
inmovilidad son los cambios posturales y los movimientos físicos.
Mientras el paciente este
encamado, se realizarán movimientos
tanto activos como pasivos, en piernas y en brazos para facilitar el movimiento
de músculos y articulaciones así como de la circulación sanguínea. También se
le pedirá al paciente que realice inspiraciones amplias para movilizar los músculos
del tórax. Además se le puede colocar vendajes compresivos en extremidades
inferiores que faciliten el retorno venoso. (2)
La inmovilidad de una paciente móvil, a menudo, se produce
en el propio hospital. Durante la
hospitalización se corre el riesgo de que se reduzca la masa muscular del
anciano y que cuando sea dado de alta no disponga de la fuerza física que le
permita andar. Por eso se debe reducir la imposición del reposo absoluto y
junto con el médico y la familia del paciente, la enfermera debe contribuir a
la movilización del paciente en el hospital (3).
Tener especial atención en el
estreñimiento del paciente encamado porque puede degenerar en un problema grave
y muy molesto. La inmovilidad reduce el tránsito intestinal de forma
considerable y hace que el paciente no pueda eliminar los desechos de forma
adecuada.
Otro punto importante de la
inmovilidad es el aislamiento social que predispone al paciente y la sensación
de inutilidad que padece.
La recuperación de la inmovilización puede ser lenta y costosa,
pero se suelen seguir unos pasos que ayudan al anciano a recuperar su
movilidad.
Primero se comienza con el paciente
encamado, teniendo en cuenta los cambios posturales o los movimientos
pasivos. El siguiente paso consiste en al sedestación, donde el paciente
es capaz de ponerse sentado ya sea en la cama o en un sillón. A continuación se
intenta llegar hasta la bipedestación, siempre con ayuda de sanitario o
familia para que consiga mantener el equilibrio para tenerse de pie. Y finalmente,
el último paso, consiste en la deambulación; el paciente es capaz de
estar de pie y andar con cierta autonomía.
Estos pasos se adaptarán siempre
al estado del anciano y a sus posibilidades. Si el paciente necesita más tiempo
para adaptarse a la movilidad de nuevo no pasa nada, no existe límite.
Además puede que sea necesaria la
ayuda de soportes técnicos como pueden ser bastones, muletas o andadores.
Bibliografía consultada:
- Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Tratado de Geriatría para residentes. Madrid ISBN: 84-689-8949-5. Capítulo 20, Inmovilidad.Disponible en: http://gaptalavera.sescam.jccm.es/web1/gaptalavera/prof_enfermeria/boletines/boletin_enfermeria3-2003.pdf
- López Guzmán, J. A; García Zenón, T. El reto de prevenir la disminución del volumen muscular por inmovilización en pacientes hospitalizados: una labor multidisciplinaria. Med Int Mex 2006; 22:287-91. Disponible en: http://www.medigraphic.com/pdfs/medintmex/mim-2006/mim064g.pdf
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